Hola chichis!!! Estas navidades de 2021 tenemos a Venus retrogradando en el signo de Capricornio, y en las consultas astrológicas me han llegado varias inquietudes relacionadas con algo que vamos a vivir todas las mujeres en algún punto, de lo que se habla poco: la menopausia, y más específicamente, el paso del tiempo por el cuerpo, y la huella del tiempo en nuestros ciclos de vida.
Esto es importante sobre todo porque Capricornio es un signo asociado a la edad; al paso del tiempo. Y Venus retro en Capricornio puede estar llevándonos a reflexionar bastante sobre este tema. Es cierto que en astrología se habla mucho, por ejemplo, de los ciclos lunares asociados a la menstruación, pero no se habla tanto de la menopausia.
La verdad, pensaba dedicar el post de esta semana a alguno de los eventos astrológicos de fin de año, pero ya os hablé muchas veces de Júpiter en Piscis y de la cuadratura de Saturno y Urano, y continuaremos hablando de ellos todo el 2022. Y hablar del paso de la edad por nuestros cuerpos tiene sentido, porque es algo que se está sintiendo fuerte.
Me gustaría aclarar que yo no soy médico, ni tengo los conocimientos para hablar de fisiología, hormonas o salud, así que vamos a dejar todo eso aparte, y vamos a centrarnos en algo de lo que sí podemos hablar largo y tendido desde un punto de vista más simbólico y cultural. ¿Cómo intervienen los ciclos planetarios en los tiempos en que las mujeres experimentamos la menopausia? ¿Qué más ocurre en esta etapa tan importante de la vida?
"Personas que menstrúan"
Puede que os parezca que me voy del tema, pero creo que es bueno empezar por aquí, ya veréis por qué. Aun a riesgo de meterme en camisa de once varas, os diré que recientemente me he sentido incómoda con algunas expresiones que se han venido utilizando para designar a las mujeres, y me consta que no es algo que me incomode solo a mí. No sé si os pasa.
Incluso la ONU mujeres habla ya de "personas gestantes", o "personas que menstrúan" para referirse a las mujeres. Entonces, ¿lo que define a todo un colectivo social que hasta ahora se venía llamando "mujeres", es eso? ¿Nuestro potencial reproductivo?
¿No existen, acaso, roles de género aparejados a las mujeres, que culturalmente nos condicionan, independientemente de nuestra edad o nuestra condición física?
Entiendo que lo que suele motivar a la gente a adoptar estas nuevas expresiones es una voluntad, por cierto, muy legítima, de incluir a las personas no binarias, que buscan ir más allá de las tradicionales etiquetas dualistas de mujer/hombre para definirse más allá.
Para mí, cualquier lucha que dé la vuelta a los modelos tradicionales es super interesante, y me encanta que haya gente valiente que se desplace de la tradición en lo que concierne al sexo, a la sexualidad o al género. Pero es obvio, por todo el debate hay en torno a este tema, que aún necesitamos darle más vueltas a nivel colectivo.
Porque, al fin y al cabo, ¿cómo se siente una persona que atraviesa la menopausia cuando escucha a la ONU mujeres hablar de personas menstruantes? ¿Qué espacio hay para las mujeres cuando llegamos de forma natural a la madurez?
Género y sexo: no son lo mismo
No se trata de entrar ahora en el debate complejo que hay en marcha dentro de los feminismos sobre diversidad, inclusión y terminología. Simplemente, me gustaría tomar estas expresiones, "persona gestante", "persona con útero" o "persona menstruante" para reflexionar sobre la noción social de lo que son los cuerpos de sexo femenino en este mundo.
Y cómo la menopausia, ese cese de la menstruación, también compromete hasta cierto punto ese lugar social que se ha dado tradicionalmente a las mujeres. Lo primero, es que podemos pensar en esto desde muchos lugares.
No es lo mismo hablar de sexo que hablar de género. Tampoco es lo mismo hablar de sexualidad.
Creo que distinguir eso es importante, porque ha sido súper provechoso para mejorar progresivamente nuestras condiciones de vida. Si ya sabéis de qué os hablo, me disculpáis que me detenga a explicarlo para las que no lo conozcan.
La noción de sexo tiene que ver con la biología, vendría a ser el "sexo al nacer": eso que nos hace diferenciar el sexo en el momento del nacimiento, cuando todavía la identidad no está formada. Tiene que ver con los genitales con los que llegamos al mundo, independientemente de que luego nos identifiquemos con un género u otro, o con ninguno. O independientemente de que luego definamos nuestra sexualidad con la orientación que nos plazca. Pero entonces, ¿qué es el género?
El género es un compendio de tradiciones súper consolidadas que estructuran la sociedad en dos polos. En roles hombre/mujer, generalmente opresivos para todo el mundo, a diversas escalas.
Por ejemplo, es cuestión de género, o de estereotipos que vienen muy de atrás, cuando se asocia que las mujeres llevan falda y se maquillan, y los hombres no. O que las mujeres son emocionales y los hombres no lloran. O la terrorífica tradición de que el hombre trabaja y la mujer se queda en casa, en situación de dependencia.
Algo que nos ha regalado el feminismo es precisamente la habilidad para diferenciar sexo y género. Porque haber nacido niña ya no es un condicionante que implique necesariamente vivir de determinada manera. Podemos desplazarnos de los estereotipos.
Los estereotipos de género son nociones culturales, que no tienen que ver con nuestra naturaleza. Son nociones arbitrarias, propias de nuestra civilización. Es decir, no se comparten necesariamente con otras civilizaciones de otros puntos de la historia o de la geografía. Son estereotipos que no están motivados por el sexo con el que nacemos. Están motivados, solamente, por la tradición y por su desigual reparto de privilegios sociales.
Gracias a diferenciar estos términos de sexo y género, hemos logrado que, independientemente del sexo de cada persona, cada una pueda decidir qué espacio social ocupar. Así es cómo hoy en día un niño puede expresar sus emociones y pintarse las uñas, o jugar a las casitas, sin que por eso se cuestione su ser en el mundo. O así es cómo una niña puede amar el deporte, enfadarse o mostrarse ambiciosa sin que eso chirríe tanto socialmente. Hemos progresado, pero no hemos progresado tanto como se suele creer.
Aún los roles de género están muy arraigados a nuestro sentido de identidad, a nuestras relaciones y, muy especialmente, a nuestras opciones para ubicarnos y progresar socialmente.
¿Qué cosas demuestran que aún el género determina nuestra experiencia? ¿Qué cosas demuestran que, aún, hablar de "mujeres" es necesario?
Los feminicidios y las violencias que se ejercen específicamente contra las mujeres, la criminalización del aborto en muchos países, el techo de cristal y el suelo pegajoso, la desigualdad salarial, la abuela que tiene las manos rotas de fregar, el niño antes que la niña, la opresión constante de los cánones de belleza, los sacrificios por amor, la nula conciliación familiar, la pérdida de oportunidades asociada a los cuidados... Y un infinito etcétera al que vosotras podríais añadir tantísimo.
A todos los niveles, a todas las escalas, un mundo de pesadillas hace más difícil la vida de las mujeres dentro de esta sociedad. Y no es por nuestra fisiología; no es por nuestro cuerpo. Porque nuestro cuerpo está perfectamente formado para vivir libres, para disfrutar de la vida y para elegir una diversidad de cosas.
Todas esas problemáticas que compartimos las mujeres, de forma tan global y transversal, tienen que ver con el género. Es decir: con la forma en que se nos ha considerado socialmente desde hace mucho tiempo.
Yo no puedo decir qué es ser mujer para todas las mujeres, y tampoco puedo decir qué es el feminismo para todas las feministas. Pero me parece muy necesario decir "nosotras, las mujeres". Porque tenemos mucho que resolver conjuntamente. Necesitamos identificar la dimensión social y colectiva de un montón de cosas con las que lidiamos juntas. También está bien pensarlo diferente y está bien debatir.
Pero pensar en la menopausia desde un lugar exclusivamente sexual o fisiológico deja fuera un montón de cosas importantes que intervienen en cómo la vivimos.
Hablar del género y de los roles sociales, o reconocer el lugar invisible que se ha dado a las mujeres en la fase de menopausia, o más allá, puede ser bastante útil para transitar ese momento. Al fin y al cabo, la incomodidad o la incomprensión que podamos experimentar durante o después de la menopausia viene dada por la tradición, en gran medida.
Mujeres invisibles
¿Qué nos hace sentir mujeres? ¿Es sangrar unos cuantos días al mes? ¿Es nuestra disponibilidad reproductiva? Claro que no. Las mujeres somos mujeres antes, durante y después de la menopausia.
Todo lo que os he contado hasta ahora es para identificar, y expresar, hasta qué punto pesa aún la tradición de haber considerado a las mujeres un balón de carne que produce (o puede producir) bebés. Sabemos que la tradición se equivoca. Somos personas complejas, con historia personal, emociones, pasiones, voluntades, inquietudes, procesos únicos, voz propia, libertad y contradicciones. Eso sí:
Podemos tener muy claros ciertos conceptos, o podemos tener ideas muy feministas y progresistas, y sin embargo experimentar contradicciones y vulnerabilidades muy complejas.
Es algo con lo que lidiamos todas. Yo sé acerca de los estereotipos de belleza, y sin embargo he vivido una considerable angustia relacionada con la apariencia, al menos en ciertos momentos. Que levante la mano la mujer que no haya vivido eso. Hay algo en el corsé que oprimía nuestro cuerpo que se quedó bien incrustado en nuestra mente. Y cuando vemos cambiar nuestro cuerpo, también necesitamos procesar y encontrar una autoimagen más allá del molde.
O, por ejemplo, yo sé acerca del amor romántico, y sin embargo he vivido muchas frustraciones y contradicciones relacionadas con eso. Yo sé acerca de la liberación sexual, y sin embargo me ha llevado un tiempo habitar mi cuerpo desde donde yo pueda disfrutarlo. Yo sé sobre la noción social de la maternidad, y sin embargo he encarnado en primera persona la difícil presión del reloj biológico. Realmente enfrentamos cosa densa durante toda la vida, las mujeres.
Las mujeres estamos atravesadas, en primera persona y como colectivo, por un montón de mandatos. Y liberarse no es ese lugar ideal y utópico en el que ya no me afectan los mandatos.
Liberarse es un lugar de lucha y resistencia, en el que lidiamos cada día con los mandatos, y aprendemos poco a poco a querernos, a valorarnos y a respetarnos de otro modo.
Hay cosas que, por muy claras que tengamos a nivel conceptual o discursivo, vamos a tener que encarnar buscando en la experiencia. Quitándonos poco a poco todas esas capas que nos adhirieron con lacitos de seda rosada en la infancia.
Y cuando se trata de vivir la menopausia, se abre para nosotras un nuevo campo de lucha desconocido hasta el momento. Tal vez esta sea la particularidad diferenciadora de esta etapa. ¿Hasta qué punto mi identidad, y mi relación con mi cuerpo, estaba arraigada al ciclo menstrual y a la capacidad reproductiva?
Ahí nos damos cuenta de muchas cosas de las que tal vez no habríamos sido conscientes en el pasado. A mí aún me queda tiempo para llegar a esa fase, tengo que decir, pero la inquietud de muchas consultantes que me hablan de este tema me interpela y me atraviesa directamente.
Apenas se habla de esta fase crucial de nuestra vida. Así que muchas mujeres se sienten invisibles cuando llega la menopausia. O sienten conflicto al tratar de redefinirse sin muchos modelos en los que mirarse.
Al fin y al cabo, ¿os viene a la mente alguna película o novela en la que se trate este tema? ¿Cuántas series están protagonizadas por mujeres que pasaron los 50? Lo que sí hay, y en abundancia, son los estereotipos asociados a las mujeres de mediana y tercera edad, aunque habitualmente como personajes secundarios que orbitan alrededor de otros. ¡Y no suelen ser amables!
Tenemos modelos espantosos de mujeres mayores. La vieja opresora, la bruja siniestra, la cascarrabias, la pesada, la castradora, la chacha, la abuela de moño blanco y mantilla negra. Nosotras no somos ni seremos eso. Cuando buscamos en el imaginario colectivo algún referente que nos sirva para amistarnos con la edad, no encontramos muchos modelos dibujados con amabilidad y respeto, por desgracia.
Encontrar otras formas de vivir la edad, que nos pasa a todas por el cuerpo, es crucial para recuperar la confianza en nuestro futuro.
Así que, para y por vosotras que estáis pasando por esa etapa, y para todas las que algún día transitaremos ese estadio de la vida, vamos a analizar algunos ciclos planetarios asociados a los cambios físicos, emocionales y culturales que conlleva la menopausia, y un poco más allá.
La capa de invisibilidad
Lo aprendemos toda la vida, a llevar la capa de invisibilidad. Desde las primeras menstruaciones, aprendemos a vivir la incomodidad física con cierto secretismo. Cada cuerpo es distinto, pero muchas mujeres vamos a entrevistas de trabajo y enfrentamos largas jornadas laborales mientras el dolor de la menstruación nos parte por la mitad, opacando el quejido del cuerpo con analgésicos y cara de piedra.
Se entiende que un resfriado motive el reposo, pero no se admite tanto que uno o dos días al mes podamos faltar al trabajo para hacer lo que nos pide el cuerpo.
Cuando el ciclo empieza a espaciarse o a hacerse irregular, y experimentamos por primera vez sofocos, irritabilidad o sensibilidad, entre otros síntomas asociados a la menopausia, llevamos ya tanto tiempo vistiendo la capa de invisibilidad, que no lo hablamos demasiado, o al menos, no lo hablamos tanto con personas que no sean de nuestra confianza. Así que podemos sentirnos muy incomprendidas y muy solas en ese proceso.
Porque el cuerpo nos habla, pero socialmente no hay un espacio para dar a eso que nos dice. Y tampoco tenemos experiencia previa que pueda servirnos para transitar ese momento.
En astrología, si hay un planeta asociado a todo esto es Saturno. Saturno tiene fama de ser un planeta frío, duro y solitario. Es un planeta exigente, que delimita lo que es conveniente y lo que no. Lo que es aceptable y lo que no. Lo que se acepta, y lo que se deja fuera de lo visible a nivel social. Además, Saturno rige el tiempo. Por ejemplo, las canas están regidas por Saturno. Saturno representa también la constitución física, los huesos y la piel. Y las arrugas.
Los ciclos de Saturno en la vida de las mujeres
El primer retorno de Saturno, 28-30 años
Entre los 28 y los 30 años, todas las personas vivimos el primer retorno de Saturno. Se trata de un momento crucial de la vida, en el que definimos gran parte de las decisiones que encaminan la ruta de esfuerzos y responsabilidades en las décadas subsiguientes. Por primera vez, damos consistencia a nuestra legitimidad para relacionarnos con el mundo social de forma autónoma, sin escuchar necesariamente las expectativas u objetivos que nos inculcaron en la crianza.
Es, también, cuando nos esforzamos por hacer que cristalice nuestra primera versión adulta, tomando decisiones fundacionales de lo que viene después.
Ahí escogemos, no sin cierta presión sobre nuestros hombros, cómo queremos y podemos estructurar nuestra forma de vida. Y para eso dialogamos con las convenciones sociales, para decidir qué queremos asumir y qué no. ¿Voy a centrarme en progresar laboralmente o no? ¿En qué referentes me reconozco? ¿Cuáles son mis objetivos de vida? ¿Voy a vivir aquí o allí? ¿Voy a organizar los armarios así o asá?
Y, tal vez la pregunta más densa que empieza a rondar a las mujeres en esta etapa, y que nos concierne ahora: ¿quiero o puedo tener descendencia, o no? O, en caso de tenerla ya, puede ser simplemente más duro hacerse cargo, porque es una etapa de grandes responsabilidades que consumen nuestro tiempo y tiran de nosotras en un montón de direcciones. Sin embargo, la parte positiva es que, tal vez por primera vez en la vida, decidimos genuinamente, más allá de lo que nos enseñaron en el nido.
La primera cuadratura, 30-37 años
A partir del primer retorno de Saturno, el planeta continúa su tránsito alejándose de nuestro Saturno natal, hasta que, aproximadamente a los 37 años, Saturno por tránsito dibuja una primera cuadratura creciente a nuestro Saturno natal. En ese tiempo, de los 30 a los 37 años, nos esforzamos por definir y desarrollar lo que decidimos en torno a los 30.
Así que es la edad en la que muchas mujeres sentimos la presión de encargarnos de todo, explorando qué es viable y qué no para nosotras.
Si Saturno hace algo, es precisamente definir y concretar asuntos. Por eso es un planeta algo difícil: al fin y al cabo, una vez se concretan realidades ya no podemos rebobinar el tiempo hacia atrás. Hay algo irreversible en lo que toma forma que afecta significativamente a nuestras perspectivas a futuro.
Y en esta etapa de los 30 a los 37 años, la presión típica que podemos sentir es que, si deseamos ser madres pero no es posible, "se nos pasa el arroz", de lo que hablaremos otro día, porque es un tema que tiene bastante tela.
Por otro lado, si no deseamos o no podemos ser madres, es la fase de la vida en la que lidiamos con toda la presión y la incomprensión social. Y, si ya somos madres, es cuando podemos sentir cómo nos pesan todos los estereotipos de la maternidad, que nos ponen contra la espada y la pared con su devoradora exigencia.
Hacia la oposición, 38-44 años
A partir de esa primera cuadratura creciente de Saturno por tránsito a nuestro Saturno natal, el planeta continúa recorriendo nuestra carta hasta formar una oposición con nuestro Saturno. Eso sucede entre los 38 y los 44 años, y coincide con otros ciclos planetarios importantes.
¡Una etapa que se ha dado en llamar la crisis de la mitad de la vida!
Por ejemplo, a los 38 y 39 años todas las personas vivimos la cuadratura de Plutón a nuestro Plutón natal, y la cuadratura de Neptuno a nuestro Neptuno natal. Un período en el que podemos experimentar una fuerte crisis de sentido y dirección, además de nuevos e intensos retos generacionales, en los que nuestra historia personal pende de un hilo, a menudo llevándonos a experimentar modificaciones importantes en nuestras circunstancias.
Para más inri, alrededor de los 42 años, año antes, año después, Urano por tránsito hace oposición a nuestro Urano natal, despertando en nosotras la urgencia de contemplar la realidad que cristalizó a nuestro alrededor con extrañamiento, y aplicar cambios liberadores con los que renovarnos.
Estos procesos sucesivos, únicos en la vida, en los que culminan todos los ciclos de planetas lentos a la vez, se viven como una amalgama larga y, frecuentemente, crítica, en la que contemplamos las consecuencias y los frutos de lo que hicimos hasta ese momento, con ganas de cambiar de dirección o de tomar decisiones cruciales.
Algo que veníamos haciendo de atrás ya no da mucho más de sí. Ahí nos preguntamos si nos reconocemos en nuestras circunstancias, y despertamos al deseo de vivir todo lo que tuvimos que dejar fuera. Tenemos ganas de vivir más allá del molde que nosotras mismas construimos concienzudamente. Es una revolución en toda regla, que afecta a la profesión, los hobbies, las relaciones sociales y afectivas, y mucho más.
Por eso, también es un momento en el que muchas mujeres experimentan cambios importantes en relación a los roles de género, sus dinámicas sexuales y reproductivas, o su relación con su cuerpo.
Por ejemplo, si en la treintena decidí no ser madre, entre los 40 y los 45 puedo sentir la urgencia de vivir esa experiencia, o bien de darle una vuelta más a esa decisión. Si en la treintena decidí emparejarme de forma comprometida y "para siempre", o incluso formar una familia, entre los 40 y los 45 es cuando puedo tener el impulso de separarme y lanzarme a la independencia, o a la exploración sexual.
Y, si hay hijos o hijas, puede haber ganas de modificar sustancialmente esa relación. Por ejemplo, es posible que la maternidad ya no sea algo tan central, lo que también puede vivirse de forma inquietante en esta cultura.
Con todo, para el momento en que Saturno llega a hacer oposición a nuestro Saturno natal, en torno a los 44 años, algo culmina y toma forma, revelando carencias y posibilidades. Y, consecuentemente, habitamos el cuerpo y la edad de otro modo: de una forma mucho más consciente y madura. De repente, el tiempo es algo que se nos hace muy presente.
La segunda cuadratura (44-51 años)
Desde los 44 años aproximadamente, Saturno empieza su viaje de vuelta, avanzando en dirección a nuestro Saturno, hasta formar una cuadratura decreciente a nuestro Saturno natal, algo que sucede a los 51 años, aproximadamente. Esta es la etapa en la que muchas mujeres experimentan los primeros síntomas de la menopausia. De hecho, cada mujer es distinta, y hay quien vive la menopausia a los 40, o quien la vive a los 50 y muchos.
Pero me parece relevante que la media de edad a la que tenemos la menopausia es a los 51 años, precisamente la edad a la que vivimos la cuadratura decreciente de Saturno a nuestro Saturno natal.
Así que, incluso si vivimos la menopausia a otra edad, simbólicamente este tránsito nos puede dar algunas pautas para entender la atmósfera de estos cambios.
Además, en este momento también vivimos otro tránsito crucial y muy singular en nuestra vida: el retorno de Quirón. Quirón tarda unos 50 años en dar una vuelta completa al zodíaco, así que cuando tenemos alrededor de 50 tenemos a Quirón por tránsito encima de nuestro Quirón natal. Se trata de una experiencia única que nunca hemos vivido antes, y que solo se repite a los 100 años, para quienes lleguemos hasta allá.
Con todo, es en esta etapa cuando sentimos de lleno el paso del tiempo, presintiendo el nuevo ciclo que habrá de venir con el segundo retorno de Saturno, a los 58.
Cumplir medio siglo puede resultar impactante a diversos niveles, por la carga cultural que conlleva la edad. Pero también porque el cuerpo nos habla de otra forma. Si aún nos habíamos sentido invencibles, ahí ya no podemos eludir reconocer nuestra vulnerabilidad, al menos en algún aspecto.
Al fin y al cabo, esta cuadratura decreciente de Saturno se relaciona con un proceso retrospectivo único en la vida, en el que ponderamos todo lo realizado y trabajado hasta el momento. Y el retorno quironiano también saca a relucir las reminiscencias de lo que fue doloroso, o de lo que no pudo ser.
Siendo un momento saturnino, podemos sentirnos más bajas de energía y confianza, con tendencia a la autocrítica o a la frustración.
Al fin y al cabo, las cuadraturas decrecientes de Saturno pueden traer desconfianza ante el futuro, tristezas y frustraciones, así que la etapa de la menopausia puede venir aparejada a todas estas sensaciones de estar apagadas, a medio gas, de perder brillo o motivación, o de sentirnos solas.
Es una etapa en la que tendemos a valorarnos a nosotras mismas con más dureza, o en que trabajamos la aceptación de lo que pudimos ser y vivir, que no suele corresponder demasiado con lo que nos habíamos propuesto como camino de vida al empezar el ciclo, con 30 años.
Hay algo en las cuadraturas decrecientes que va atenuando la luz progresivamente. Hay algo que empieza a ordenarse y a vaciarse, recogiendo lo vivido, más que poniendo energía en nuevos comienzos.
Con todo, podemos sentirnos más debilitadas, en parte porque nos estamos haciendo cargo de nuestra propia historia de vida, y puede ser mucho para digerir.
Al fin y al cabo, el retorno quironiano es un momento en el que trabajamos, sobre todo, la autoaceptación, tratando de aplicar bálsamo a nuestras heridas.
Y, en este marco complejo, es cuando se ubica para muchas mujeres la etapa de la menopausia. Es una etapa en la que tendemos a perder compromiso o presencia profesional y social, o donde podemos sentir que el pasado define excesivamente lo que somos ya.
Y donde, además, la percepción del tiempo puede comprenderse como un destino inquietante e incierto. Observando los ciclos astrológicos, creo que a los 50 años puede haber una sensación de vejez mucho más dura de la que tenemos cuando llegamos a los 60. Porque nuestra relación con el tiempo puede sentirse más compleja, tal vez conflictiva.
Sin embargo, hay cosas muy buenas en esta etapa. Por ejemplo, con Saturno decreciente podemos liberarnos de restricciones y condicionamientos que antes nos habían hecho sentir atadas a la responsabilidad. E identificar cuáles son esas responsabilidades que ya no nos conciernen.
Gracias a esto, empezamos a priorizarnos cuando se trata de decidir dónde poner el tiempo y la energía, o cómo utilizar el espacio.
Porque, al fin y al cabo, ya no sentimos tanta presión por encajar en los moldes sociales ni en los roles tradicionales, habiendo visto a través de la experiencia que en todos sitios se cuecen habas, y que eso de la vida modélica no existe ni va a existir nunca.
Además, la parte más hermosa de esta fase de la vida es que la ponderación que hacemos de nuestro pasado nos hace madurar muchísimo, y a medida que van desarrollándose estos tránsitos aligeramos una carga considerable, dejamos atrás las viejas recriminaciones, y empezamos a valorarnos de forma más realista.
Ya no importa tanto si no ganamos el premio Nobel, si vivimos en el pasado cosas que nos resultan incoherentes o si nos arrepentimos de haber hecho o no tal cosa. Lo que empieza a importarnos más es sostenernos a nosotras mismas, cuidarnos, y dotar de significado a nuestro camino; el que quedó atrás y el que viene a futuro. Ya no importa tanto todo eso que nos habíamos exigido construir. Ponemos el foco en lo que somos objetivamente y en lo que queremos vivir en adelante.
Muy buen artículo. Tengo 57 años y Venus en Virgo, mi menopausia sé limitó a no tener regla, no tengo ningun mal sintoma, ni fisico ni emotional. El retorno no sé que me traerá....Desde la cuadratura he materializado muchos logros! Estoy expectante.
ResponderEliminarTengo a Venus en Virgo y 57..ni un mal sintoma asociado a la menopausia, ni fisico ni emocional. Espero mi segundo retorno expectante.
ResponderEliminar¡Qué lección magistral! Muchas gracias por el aprendizaje.
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