Hola chichis!! El Sol entra en Leo, donde formará un stellium con Venus, Mercurio y Marte a lo largo del mes. Tras estas semanas tan introspectivas llega por fin el momento de celebrar la vida disfrutando: no hay nada más vitalista que el Sol cuando se encuentra en su signo.
El Sol es la fuente de vida natural: fudamenta toda la cadena alimentaria, levanta vientos, mueve el ciclo del agua, transforma el color y el estado de ánimo: da una alegría que combate con contundencia los estados saturninos. Casi todos los cuerpos celestes se asocian a mitos clásicos, pero no es así con las luminarias: cada cultura ha dado nombres y mitos diferentes al Sol. Porque nos es próximo. Esencial. Por eso, allí donde está nuestro Sol en la carta natal, hay algo esencial y próximo que, como tiñe toda nuestra vida, nos cuesta reconocer.
En astrología, el Sol y el signo solar son lo más conocido, pero también lo menos comprendido. Además, el significado del Sol es muy rico y extenso, porque se nutre de la experiencia humana del espacio y el tiempo. Así que allá vamos, ¡a por el Sol! Una tarea nada fácil.

El inicio del viaje solar es el amanecer, un parto dramático en el que rojos y negros revelan las formas. Es un momento de grandeza en el que aún cabe el terror nocturno, pero en el que se enciende la esperanza de un nuevo día. A medida que el sol va ascendiendo el tono se hace más optimista, más claro, y el cielo toma los colores puros del arcoiris, dando al amarillo un contrapunto violeta, y al rojo un contrapunto verde. Antes de que el sol haya borrado a todas las demás estrellas y se muestre sobre el horizonte, vemos aparecer el blanco, que va venciendo la oscuridad.
De esta polaridad entre luz y oscuridad parte el antiguo relato mitológico de la lucha entre el bien y el mal (el Sol y Leo son moralistas), y el dualismo como estructura mental. Además, la frontera entre la luz y la oscuridad en el amanecer sugiere también que el Sol tiene una influencia limitada que se expande (amanecer) o se contrae (ocaso). Por eso muchos tiranos imperialistas se han idealizado a sí mismos comparándose con el Sol ascendente (ignorando el necesario ocaso), y aún perdura la figura del monarca o el líder solar.
Cada amanecer es diferente, pero podemos confiar con absoluta certeza en que siempre va a salir el Sol. El Sol (y Leo) son confiables: dan lo que prometen. El Sol tiene el poder de transformarlo todo, pero no como Plutón, que lo hace removiendo los posos que nos ha dejado la vida, sino a través de la renovación, y de la fuerza vital que se abre paso. Por eso el Sol es una enorme fuente de creatividad allí donde se encuentre en nuestra carta natal. A veces, esa creatividad mantiene nuestra calidez interna (nuestro optimismo); otras, se materializa en obras de arte, y otras, en descendencia, regida por Leo, el Sol y la casa 5. Pero quedarse ahí deja en el tintero el significado más profundo del Sol.

Luego llega el azul, y cuando el mediodía borra las sombras definitivamente, los colores son tan intensos que ciegan. El mediodía es el momento de culminación solar; de máxima revelación, de máxima autoridad, de máximo dominio. Por eso, el Sol se ha asociado a figuras de autoridad: el padre, el héroe, el dios, el rey y el filósofo clarividente (hombres, sí, de acuerdo a nuestra discutible tradición). Desde su posición de dominio, el Sol ejerce la justicia de acuerdo a sus propias reglas. En ese sentido, es la encarnación de la moral. No de la ética, sino de una moral (irracional o inculcada) con la que juzga. Una moral no negociable. El Sol se relaciona con personajes patriarcales que dominan el mundo a su paso. Y como tal, reclama el reconocimiento a sus méritos, y en el peor de los casos, una obediencia y una devoción tiránicas.
El Sol tiene afán de protagonismo. Por eso rige el ego. Y por eso se ha asociado también al mundo infantil: ¿quién, salvo los niños y las niñas, cree que sus deseos son órdenes y sobrevive para contarlo?
El trayecto del Sol se relaciona con las estaciones y con los estadios de una vida o de un proyecto: la violencia de la primera primavera, con las explosiones de raices y semillas o los dolores del parto; la seguridad del verano, en el que se recogen los frutos; el agrisamiento del día en el primer otoño, el debilitamiento de los proyectos cuando casi llegan a su fin, el drama encontrado de voluntades cuando hay que sostener los esfuerzos, la madurez; la quietud y falta de vida de la noche, los miedos, la congelación del invierno y la vejez cuando falta Sol y gobierna Saturno... el Sol es un reloj que marca tiempos en la naturaleza, en nuestra vida y en todo lo que hacemos. El Sol, que rige el corazón, es lo que da ritmo a nuestra existencia. Lo que la hace latir hacia delante.
El Sol indica en nuestra carta voluntad y propósito: el área solar de nuestra carta es donde tenemos motivos para estar orgullosas; es el área de la vida que dominamos, en la que brillamos.

La tragedia del Sol es saber que va a morir, pero reacciona celebrando la vida de la que dispone. Por eso Leo y el Sol gobiernan tanto el hedonismo (carpe diem) como la revelación existencial. Con el nacimiento y la muerte de cada día podemos preguntarnos de dónde venimos y a dónde vamos, y por qué estamos aquí. Advertir que estamos vivos y ver la grandeza de lo cotidiano, con su drama, su comedia y su tragedia, sucediéndose. Superar el ego narcisista de la infancia y reconocer el ser de los demás (por eso también es el signo de la seducción romántica). Ese es el reto de Leo, y del Sol, esté donde esté en nuestra carta: madurar. Madurar con alegría.
¿Quieres hacer alguna consulta astrológica?
Comentarios
Publicar un comentario